jueves, 16 de junio de 2011

Capítulo II - Deseos

Valentina salió corriendo del lugar, cuando iba llegando a la salida, vio entrar a otro Toxedo Mask.
“Val…” le gritó Daniel
“Perdóname, tengo que irme” le respondió ella, ya en dirección a su auto.

Ella manejó hasta su casa, cuando llegó se encerró en su habitación y se dio un baño. Cuando salió y se vio al espejo se sintió tan diferente, se veía diferente, y no exactamente por la marca que tenía debajo de la clavícula cercana a la curvatura de su pecho, sino por lo que significaba todo eso, la marca se la había propinado su propio primo.

Antón era su único primo, su única familia además de sus tíos y sus padres, no había más, él le llevaba 5 años y siempre había sido protector con ella, la consentía, la quería, fue a quién pasó la infancia haciéndole travesuras y que a pesar de todo siempre la perdonaba, había sido el primer hombre con el que bailó, después de su padre, claro; había sido quien la abrazaba en los días de tormenta cuando tenía miedo, con quien iba al cine cada vez que quería, con él que se dormía con cuando iban de vacaciones y ella extrañaba su casa.

Valentina sabía de sobra que lo mejor que podía hacer era olvidar lo sucedido esa noche y no volver a hablar con Antón de lo ocurrido, el problema era que, ella no quería olvidarlo, ese beso la hechizó, nunca se había sentido así, la había marcado para siempre, y por más incorrecto que fuese, deseaba más de aquello que probó en los labios de su primo.

Después de que Valentina se fue, Antón buscó a Quique y los dos se fueron de la fiesta. En el camino no pronunciaron palabra. Quique sabía que algo le había pasado a su amigo, y lo conocía muy bien para saber, que cuando estuviera listo le platicaría que le pasaba. Antón se encerró en su habitación y cuando se quitó la camisa, vio que había rastros del labial de Valentina, al acercársela a la nariz, distinguió su aroma impregnado en la tela. Suspiró y cuando lo hizo, se reprimió, eso no era correcto, desear a su prima no era nada bueno. Pero sus labios extrañaban ese sabor que encontró en su boca, en su piel; extrañaba el olor de sus cabellos, la sensación de sentirla tan pequeña entre sus brazos, su piel, tan delicada. Decidió darse un baño con agua fría antes de que su propia anatomía lo traicionara y lo hiciera sentir aun más culpable por desearla.

Después de algunos días recibió la visita de Quique y por fin le contó todo.
“Solo a ti te pasan esas cosas. Sin ofender pero no te puedo culpar, tu prima esta guapísima, y desde que llegó no te quitaba la vista de encima”
“Pues sí, porque no sabía que era yo”
“¿Y qué piensas hacer?”
“que otra cosa puedo hacer, lo correcto es que me olvide de lo que pasó, y no volver a tocar el tema con ella, pero…”
“Pero ¿qué?”
“Que no se si pueda olvidarlo, podría sonar muy enfermo, pero me gustó lo que pasó, hay algo en ella que me gustó, y no me la puedo sacar de la mente”
“Míralo por el lado positivo, al menos ya no piensas en Paulina”
“Idiota, estoy hablando en serio, esto no está bien”
 “Ya sé que no está bien, pero que puedes hacer, lo hecho, hecho está. Creo que solo necesitas tiempo. ¿Y piensas hablar con ella?”
“No, será mejor que no la acose con el recuerdo de algo tan asqueroso, porque el hecho que a mí me haya gustado, no quiere decir que a ella también, probablemente no desea recordar nada de esa noche”
“Eso sí. Ay Antón quién te viera tan seriecito, y por poco te andabas cogiendo a tu propia prima. Antón Lieberman por fin hace algo en contra de las reglas” Se burló Quique con esa sonrisa traviesa que solo él sabía hacer.
“Idiota” respondió antes de aventarle una almohada en la cara.

Pasó una semana desde aquella noche, y Valentina, no sabía muy bien que era lo que seguía, se moría de ganas de hablar con Antón, pero no se atrevía, tenía miedo al rechazo, y es que por primera vez era seguro, que ella fuera rechazada, porque todo aquello era totalmente incorrecto.

Jimena le había aconsejado olvidar todo o ir por todo, y bueno es que su amiga era algo más que “open mind”, los lazos de sangre le importaban pero solo si eran directos, claro está que no se metería con su padre o su hermano, pero un primo, qué más daba, nadie se iba a enamorar, le dijo, solo date un poco de gusto. Y es que ahí también había un problema, porque Valentina sabía muy bien, que en el fondo, siempre había estado enamorada de Antón, y esto solo lo había confirmado.

Ese viernes, Aurora, su madre le había pedido prestado su auto, ya que el de ella estaba en el servicio. Poco antes de salir, recibió un mensaje de su madre.

“No voy a poder pasar por ti. Le pedí a Antón que pase por ti, se buena y no lo hagas esperar”

Valentina no lo podía creer, ahí estaba su oportunidad de verlo de nuevo, no sabía aún si podrían hablar del tema, pero al menos lo volvería a ver. Cuando sonó el timbre de salida, Valentina salió muy aprisa, cuando llegó a la puerta, la camioneta de Antón ya estaba ahí, esperándola.

“Hola” se saludaron, después de que Valentina se subió. Antón ni siquiera la volteo a ver, y eso le dolió.
“¿Cómo está Paulina?” preguntó Valentina, tratando de sonar como cualquier día normal, además que le intrigaba porque Antón la había seguido, el día de la fiesta. Si alguien era fiel ese era Antón, jamás engañaría a Paulina.
“Supongo que bien” respondió cortante.
“¿Supones?” trató de obtener más información.
“Cortamos hace unos días” dijo entre dientes
“¿Por qué? Ella quería saber más.
“Porque la encontré cogiendo con otro, Ok”
“Oh, perdón” agregó. Él la ignoró y siguió concentrado en el camino.

Avanzaron por las calles y en los semáforos en rojo era lo peor, no sabían ni que hacer, ella miraba por la ventana y por el espejo veía como Antón la miraba de reojo.

“Alto, detente” exigió Valentina cuando no soportó más el silencio de su primo.
“¿qué pasa?” respondió el otro, sorprendido.
“Estaciónate” él lo hizo y quedaron en medio de una de las calles vacías que llevaban a su casa. Se quitó el cinturón de seguridad y lo vio de frente “ya no aguanto más esto, Antón tenemos que hablar de lo que pasó la otra noche”
“Olvídalo, hagamos que no pasó nada” le dijo él con los ojos en el volante
“Por Dios, Antón, tu eres el que me ha ignorado los últimos 20 minutos. Si hacemos como que no pasó nada, entonces ¿por qué actúas así?”
“Simplemente olvídalo” le ordenó.
“No puedo” confesó con la mirada cristalina y voz rota. “Dime ¿me besaste por despecho, por lo de Paulina?” Él volteó de inmediato, siempre le había dolido su dolor, pero esta vez era algo indescriptible, porque él era el causante.
“No. Acepto que si me dolía lo que hizo Paulina, pero te bese porque me gustaste, de acuerdo” le dijo dirigiéndole por primera vez la mirada, ella vio cómo él se veía descompuesto. La miraba de una forma que nunca lo había hecho antes.

Él se acercó y tomó su cara entre sus dos grandes manos y su olor inundaba sus sentidos, ese aroma que lo perdía. Esta vez fue ella quién no se resistió y lo besó.

“Al diablo lo correcto” pensó en la última frase que le había dicho Jimena antes de despedirse ese día.

Podría ser que lo tomó un poco desprevenido, pero eso no significó que no lo deseará, llevaba toda la semana soñando con besarla de nuevo. Ella exigió todo de él y él le respondió con más pasión que aquella noche. Ni siquiera se quejó, lo deseaba, lo necesitaba. Pronto, Valentina se las arregló para moverse y ponerse a horcadas sobre él. Antón bajó sus manos y entró debajo de la falda del uniforme del colegio, sintió sus bragas y cómo deseo arrancárselas y poseerla ahí mismo.

Valentina jugó con su cabello, pero pronto bajó sus manos y empezó a desabotonar su camisa, sentir su piel, le dejó las manos ardiendo, se sentía tan bien, sabía que su primo hacía gimnasio y con gustó sentía el resultado de tan arduo trabajo, recorrió todo su pecho con sus manos; mientras él había abandonado la tentación de sus piernas para subir sus manos por debajo de su camiseta y sentir sus pechos por encima de la tela de su sostén. Ella lanzó un pequeño gemido en su boca y despertó más los sentidos de Antón.

Después Valentina dejó los labios de Antón para bajar por su cuello y besarlo y lamerlo, quería saborear cada milímetro de su piel, todo aquello tenía ese sabor dulce que encontró en sus labios, se aprovechó un poco y esta vez ella fue quien le dejó una marca, y de forma muy delicada lo mordió. Cada vez sentía a su primo, crecer debajo de ella y empezó a desabrochar su cinturón, cuando lo logró empezó a desabrochar el botón y estaba a punto de seguir con el cierre, pero algo la detuvo.

“No Val… no podemos hacer eso, no está bien” le dijo con la respiración entrecortada y con sus manos deteniendo las de Valentina.
“Antón, no vengas con esas cosas. Se honesto contigo mismo y admite que lo deseas tanto como yo” ella lo miró a los ojos para que no le pudiera mentir.
“Es que no es correcto, Val eres mi prima” respondió, sin creérselo. Claro que la deseaba, pero en alguno de ellos debía caber la cordura, y en este caso le había tocado a él.
“Y ¿qué?”
“¿Cómo que “Y qué”? No está bien, es totalmente incorrecto, somos familia y las familias no hacen esto”
“Ay no me vengas con eso, en las familias de antes se casaban con sus primos para conservar el apellido”
“Tú lo has dicho, para conservar el apellido, no porque fuera necesariamente correcto”
 Valentina se acercó más a los labios de Antón, y le dijo en el tono seductor que le había enseñado Jimena
“¿Dime que no me deseas?”
Antón ni siquiera pudo responder, porque no resistió su cercanía y la volvió a besar. Ella sonrió de saberse ganadora, Antón la deseaba tanto como ella a él.

Algunos minutos después llegaron a su casa, la camisa de Antón estaba un poco arrugada y decidió no bajarse, era muy arriesgado, antes de que ella se bajara le dijo:
“No podemos permitir que esto pase de nuevo” a ella le dolieron esas palabras, pero no se dio por vencida.
“Creí que ya había quedado claro que me deseas y que yo a ti también”
“Eso no arregla nada, sigue siendo incorrecto, prohibido y si seguimos así, vamos a salir muy mal parados en todo esto”
“Haz lo que se te dé la gana” Valentina se bajó enojada de la camioneta, azotó la puerta al cerrar y entró a su casa.

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