sábado, 9 de julio de 2011

Capítulo V - Amor

“Vale ¿estás bien?” le preguntó Jimena que con todo el alboroto, corrió hasta donde estaba su amiga.
“Si, solo quiero irme”
“Está bien”
“Yo la llevo a su casa” le dijo Quique.
“Gracias” respondió Valentina, que ya estaba de la mano de Antón, caminando hacia la salida.

Cuando llegaron a la camioneta, Valentina vio que la cara de Antón estaba muy tensa.

“Valentina, ¿te hizo daño?” le preguntó con los ojos llenos de preocupación.
“No, estoy bien, de verdad. Pero ¿tu lo estás?” él bufó antes de responder
“Es que debí de romperle la cara” Antón jamás había sido un hombre violento, a decir verdad, siempre se había pasado de pacifista, pero ver cómo Daniel lastimaba a Valentina, sacó lo peor de él.
“Creo que al menos un lado de su cara si lo rompiste” dijo, tomando la mano con la que había golpeado a Daniel. Sus nudillos estaban rojos.
“Ayyy” Valentina había presionado una de sus marcas
“Perdón” se disculpó, besando cada uno de sus dedos.
“Ven acá” tomó su cara y la besó. Sólo sus besos podían llenarlo de paz, aunque su beso era más bien agresivo, en él descargó todo lo que sentía. Valentina lo sintió pero no se quejó, él necesitaba desahogarse y si era en sus labios no importaba.

Al siguiente día Antón se despertó y buscó a Valentina en su cama, pero no la encontró. Fue a su habitación y vio su maleta sobre la cama.

“¿Vale?”
“Buenos días” salió del baño y se lanzó a los brazos de Antón para besarlo.
“¿Qué significa esto?” dijo señalando la maleta
“Significa que tienes unos 40 minutos para prepararte porque nos vamos a la playa” le sonrió y lo besó de nuevo.
“¿Qué dices?”
“Que tenemos que irnos al aeropuerto porque nos vamos a la casa de la playa”
“Valentina te das cuenta que si mis tíos se enteran me van a matar”
“Claro que no, les pedí permiso antes. Saben que los fines de semana largos no me gusta quedarme en la ciudad, y dijeron que si tu aceptabas podía irme contigo”
“¿Ya te dije que te Amo?” Antón no podía creer lo ingeniosa que era Valentina, siempre lo sorprendía, desde que eran niños, ella siempre se traía algo entre manos.

Cuando llegaron, Valentina no tardo mucho en cambiarse para irse a la playa. Antón ya la esperaba abajo, pero cuando la vio con su atractivo traje de baño no pudo contener un suspiro, su prima era una diosa.

“Por Dios, Valentina estás increíblemente hermosa” le dijo cuando se sentó al lado de él, pidiéndole que le pusiera bloqueador solar.
“Lo sé” sonrió ella muy segura de sí. Volteando su cara y acercándola a sus labios, eso despertó todos los sentidos de Antón, además que tocar todo su cuerpo mientras le ponía el bloqueador, no le ayudaba mucho a controlarse.
“Te juro que me muero de ganas de besarte” le dijo antes de separarse de ella. Y es que a lo lejos, cualquiera que los viera juraría que eran pareja, y no se equivocaban, el problema es que si los empleados los veían, ellos sabían que eso no podía ser posible porque eran primos y no podían tener esos comportamientos.
“Y yo me muero de ganas de porque sea de noche y ellos se retiren” Valentina sabía que los empleados solo iban durante el día, y en la noche se retiraban a sus casas, así que no tuvo más opción que aguantar.

Al caer la noche salieron a cenar a uno de sus restaurantes favoritos.

Valentina llevaba puesto un vestido azul de coctel, que la hacía ver más hermosa que de costumbre. Él se había puesto un traje negro sin corbata. Cuando regresaron, ya toda la gente de servicio se había marchado, así que no tuvieron que esperar y se fueron directo a la habitación de Valentina. Ella lo besó con urgencia, pero él por primera vez la detuvo.

“No Vale, esta vez será a mi manera” ella no dijo nada, simplemente se dejó guiar por Antón. Él le beso la frente, los ojos, la nariz, la boca y lo hizo de una forma tan lenta, tan delicada, como si al hacerlo pudiera romper a Valentina. Le besó el cuello, la clavícula, regresó a sus labios de nuevo y la besó, con un poco más de fuerza pero sin exagerar. Ella le quitó el saco y él la dejo seguir, desabotonó con lentitud, cada botón de su camisa, y cuando por fin lo logró la arrojó al piso.

“Te Amo Valentina” le dijo cuando la besó debajo del oído, eso lanzó un choque eléctrico a Valentina que se estremeció. 

Le bajó el cierre del vestido y lo hizo muy despacio, cuando lo logró, el vestido cayó y ella quedó expuesta ante él. Su cabello la entornaba de una forma tan hermosa que Antón sintió como si se tratara de un ángel. La besó de nuevo y ahora bajo a su pecho, no le quitó el sostén simplemente pasó sus curvaturas y descendió al valle que había entre ellas. La empujó lentamente a la cama y ella se sentó a la orilla; esta vez le quitó el sostén. Ella buscó el cierre de su pantalón y lo bajó, él levantó los pies para que saliera por completo junto con sus zapatos, empujó a Valentina más, hasta que quedó recostada cerca de las almohadas.

Se recostó sobre ella ligeramente, y le besó el abdomen, le besó el ombligo, haciendo que Valentina se estremeciera de nuevo; después beso su vientre, tocó sus piernas con la punta de sus dedos y con la boca bajó sus bragas, lo hizo sin prisas, Valentina levantó un poco las piernas para facilitarle la labor y aquello salió. Besó sus pies, sus tobillos, sus muslos, y se adentro un poco entre ellos pero no demasiado, solo la besó sin llegar a su centro. Recorrió el camino de sus antiguos besos, y esta vez se detuvo en sus pechos, los besó y succionó un poco, sintiendo la dureza de sus pezones, subió de nuevo a su cuello, y sus labios. Ella lo obligó con sus manos enterradas en su cabello, a no separarse demasiado de ella, le gustaba como le besaba el cuerpo, pero le gustaba más cómo besaba sus labios. Él se levantó un poco, sosteniendo su peso, le sonrió de nuevo.

“No tienes idea de cuánto Te amo, y de todo lo que significas en mi vida” la volvió a besar antes de permitirle responder. La dejó cuando necesitaron respirar, sus manos buscaron el anhelado paquete metálico y se protegió.
“Te Amo Antón, eres todo en mi vida” esta vez ella lo besó, y cuando lo hacía sintió cómo el entraba lentamente en ella, y al decir lento, era lento, casi podía sentir cada milímetro de él. Antón seguía sostenido con los antebrazos para no caer sobre ella, y cuando entró por completo, ella puso sus manos en su cadera para exigirle que no se separara de ella, pronto iniciaron un pequeño balanceo, que era tan rítmico, tan puro entre ellos. 

Valentina se levantó un poco y Antón la abrazó, el balanceo continuo y aumento de intensidad, sus respiraciones cada vez eran más entrecortadas, y cuando creyeron no soportar más, los dos llegaron a su paraíso personal. 
Después de que Antón se deshizo de su protección, él enredó sus dedos con los de ella y la atrajo hacía él para poder abrazarla. Ella se perdió en las sensaciones, este había sido su mejor encuentro por mucho, quizá no hubo una pasión arrebatadora como la vez de la cava, pero hubo amor, algo que sólo Antón había sabido darle.

“¿Por qué lloras princesa hermosa?” le preguntó preocupado, la habría lastimado, qué había hecho mal.
“Nada, simplemente ironías…” respondió con la voz ronca.
“Dímelas” exigió, ¿qué cosas lograban poner mal a su ángel?
“No, no tiene caso” ella se escondió en su pecho, pero él se levantó y ella no tuvo más opción, cuando él levantó su cara llena de lágrimas.
“Dímelo” le dijo viéndola directamente a los ojos, algo que debilitaba todas las barreras de Valentina.
“Es que me habría gustado que así hubiera sido mi primera vez” esa declaración dejó frío a Antón, sabía que en muchas mujeres su primera vez no había sido agradable, pero le dolía que su Valentina estuviera entre ese grupo.
“¿Cómo fue?” preguntó temeroso.
“Diferente” susurró y volvió a llorar.
“Por favor princesa, dímelo. Sabes que puedes confiar en mi” le suplicó
“Es que no me gusta recordar ese día, no es agradable” Antón se congeló y se llenó de furia, Valentina sintió como se tensaba.
“Valentina, por favor, tienes que decírmelo, ¿te hicieron daño, Vale te obligaron?” las palabras salieron de golpe, pero no se podía contener, si alguien le había hecho daño a su ángel, iban a pagar.
“No” se apresuró a decir, pero vio que la cara de Antón  no cambiaba. “bueno, está bien te lo contaré” suspiró.
“Te escucho” Antón se puso frente a ella recargado en la cabecera de la cama.
“Hace poco más de un año fui a una fiesta, algo había pasado así que estaba dolida y quería olvidar, así que tome alcohol como nunca antes lo había hecho. Uno de los invitados a la fiesta me invitó a bailar y yo accedí, después de un rato, me besó y yo no me negué, le devolví el beso. Y una cosa llevo a la otra, cuando vi ya estaba en una de las habitaciones, le dije que no, pero él insistió y entonces recordé lo que me había llevado a tomar tanto y que ni el alcohol había borrado, así que no me negué más. Esa vez ni siquiera hubo un te quiero y mucho menos un te amo, fue solo sexo y después de hacerlo, me sentí vacía. Desde ese día no volví a fijarme en ningún muchacho, la mayoría de los chicos con los que salía, solían decir que era algo malvada y divina, porque nunca les daba entrada para más, pero simplemente no podía. En mi pasado tengo mis propios demonios  y no fue hasta que llegó Daniel, que creí que eso podía cambiar. Y bueno el resto ya lo sabes”
“¿qué fue lo que querías olvidar?” le preguntó Antón aún con un nudo en la garganta.
“No eso no te lo puedo decir” Valentina volteó la mirada.
“Valentina, por favor, necesito saberlo”
“NO” dijo con la voz dura y las lágrimas bañándola cada vez más.
“Dímelo” le ordenó tomándola por los brazos, se sentía desesperado, ella le ocultaba algo y le aterraba no saberlo.
“Te vi a ti, tirándote a Paulina” le gritó a la cara, “te vi a ti…” 

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